miércoles, 27 de marzo de 2013

—Berta Noy.

Hay lugares a los que una piensa que nunca irá, lugares inalcanzables, tan lejanos y peligrosos que casi no existen, lugares que no aparecen en los mapas ni en las cartas de navegación porque solamente son reales dentro de una misma. Son una creación de la cabeza y el corazón y las entrañas, espacios por
donde apenas ni nos atrevemos a imaginar que podamos transitar porque son los lugares inexistentes por los cuales en cambio merecería la pena arriesgarlo todo, dejar colgada la vida y zambullirse en la quimera. Me parece que todos tenemos un lugar
así, o quizá no todos, quizá debería decir todas; quizá esta falacia es más de mujeres, que tenemos una tendencia a crear cuentos de hadas en nuestra imaginación y nos gusta pensar pese a todo que el
príncipe azul no solo existe, sino que sabe dónde estamos y uno de estos días vendrá a buscarnos.
En el momento en el que una canción que suena en el iPod nos hace llorar en la cola del supermercado, en el preciso instante en el que un párrafo de una novela evoca el recuerdo de un hecho que tal vez no ha sucedido pero que aun así duele tanto que obliga a cerrar el libro y respirar hondo,entonces se abre la puerta a esos lugares que nos acompañan, y es allí donde encuentras una parte de
ti misma que no existe en ningún otro sitio, y nunca
sabes si tienes que llevártela puesta o tiene que quedarse donde está y desde allí iluminar la vida que vives día a día.




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